Testimonio real de una mujer que vive la angustia de la desaparición de su hija.
Le pido a Dios tan sólo un día más para poder soportar el dolor que es tan grande y tan difícil de llevar.
Yo vivía muy tranquila, me ocupaba de mi familia y de los míos, trataba de darles lo mejor y de vivir en armonía, eduqué a mi familia con amor, lo mejor posible, siempre les infundí la comprensión y tolerancia para los demás, el amor a Dios. Si bien es cierto que ser madre y padre no se aprende en ningún lado nosotros nos esforzamos en la educación de nuestros hijos. Al pasar el tiempo ellos crecieron y comenzaron a hacer su vida, puedo decirles que me sentía una mujer plena en todos los aspectos de la vida ya que los tres decidieron estudiar carreras universitarias.
Dos hombres y una mujer, buenas personas y con nobles sentimientos, sin embargo, un día todo cambio, mi vida dio un vuelto completo y dejé de ser de un día a otro la misma persona. Recuerdo que ese día esperaría a comer a mi hija quien saldría temprano de la universidad, pasaron las horas y no llegó, me imaginé que algo la había entretenido o algún trabajo de último momento le impidió llegar a comer. Las horas pasaron y ella no se comunicó, entonces el presentimiento maternal comenzó a hacerse presente, me puse muy nerviosa. Me comuniqué con toda la familia, llamé a la universidad y nada, mi hija no aparecía por ningún lado. Ahí comenzó mi martirio, llamé a la policía, a sus amigas, a todo mundo y mi hija no llegó. En unos minutos mis esperanzas, mis creencias y mi fe se fragmentaron.
Después de un tiempo se hicieron investigaciones y mi hija no tenía conflictos con nadie, nunca se le conoció problemas con su novio, jamás tuvo altercados con los compañeros de la universidad. Alguno de ellos dijo que ese día la vio salir y que comentó que iría a comer a casa de sus padres, pero después nadie la vio. Hoy han pasado más de cuatro años y aún no sé nada de mi hija, soy una madre desesperada que no encuentra consuelo, que la está matando el paso del tiempo y la incertidumbre de saber si mi hija continúa con vida. Ya no sé qué hacer, cada día es un tormento, una prueba que ninguna madre puede soportar sola, sin el apoyo de una familia, no sé qué hubiera sido en estos cuatro años de espera. No como, no duermo, estoy muerta en vida y no hago otra cosa que esperar un milagro.
Ya no tengo lágrimas, me he secado por dentro, cada minuto que pasa hay un vacío insoportable en mi corazón, perder a mi hija ha sido la peor pesadilla, me arrancaron un parte de mí. Sólo pienso que mi hija ya se hubiera graduado, su vida seguiría su curso, pero alguien le arrancó esa oportunidad y no tenían derecho. Quienes lo hayan hecho les pido que la dejen regresar, que perdonaré todo el tiempo de angustia, no habrá rencores. Y si ella tomó la decisión de irse, que tenga compasión de una madre que ha dejado de vivir y que lo único que la mantiene es la esperanza de volverla a ver, de abrazarla con todo el amor que he guardado para ella en este tiempo. En la oración me he apoyado, pero el vacío de pensar en dónde estará mi hija me vuelve a derrumbar, es un combate que sucede cada segundo, cada minuto y cada día, me caigo y me vuelvo a levantar. En oración pido clemencia, ya no puedo soportar, en lo más profundo de mi alma le pido a mi Padre del Cielo por esta angustia que es todo lo que le puedo ofrecer como ofrenda, espero en el Señor con todo mi dolor. A Dios le imploro que me ayude a soportar un día más para saber algo acerca de mi hija.