Camino en construcción

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-¡¿Que fue eso?!
-El ruidero que hace la maquinaria pesada que se usa para nivelaciones y demoliciones. Están trabajando motoconformadoras, tractores, excavadoras, taladros rompiendo el suelo...
-¿En domingo?
-Sí, precisamente empezaron a trabajar este domingo.
-Y ¿dónde están que sólo los oigo pero no los veo?
-En la iglesia.
-Pero, ¿qué no estamos a dos semanas de Navidad? ¿No deberían escucharse ahí angelicales villancicos en lugar de ese estruendo?
-La culpa la tiene Juan.
-¿Qué Juan?
 
-Juan el Bautista. Sí, porque en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 3, 1-6) cita un texto del profeta Isaías en el que pide: "Preparen el camino del Señor; hagan rectos sus senderos. Todo valle sea rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados" (Is 40,3-4).
 
Eso significa que no nos queda más remedio que ponernos a trabajar en serio en arreglar todos los baches y quitar todos los obstáculos que puedan impedir que el Señor venga fácilmente a nuestro encuentro. ¿Cómo? Siguiendo las instrucciones que nos da el propio profeta:
 
Hagan rectos sus senderos
La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. Se nos invita a rectificar toda situación de pecado para que nada dificulte, demore o impida la venida del Señor a nuestro corazón. Y la mejor ayuda para lograrlo es la Confesión.
 
Todo valle sea rellenado
 ¿Con qué se suele rellenar un terreno? Con cascajo, es decir, material de construcción triturado, revuelto con piedras y tierra. Si hay valles en nuestra geografía, hondonadas vacías de virtudes y de buenas obras, rellenémoslos con el cascajo que resulte de triturar nuestro egoísmo, nuestra indiferencia, nuestra falta de amor. Una buena manera de conseguir esto es comenzar a realizar diariamente cuando menos dos obras de misericordia: una espiritual y otra corporal.
 
Toda montaña y colina, rebajada
Nada dificulta más el trazo de un camino que una montaña que se atraviesa. Subirla y bajarla es peligroso, rodearla tarda mucho, hacer un túnel es costoso. Queda claro que no podemos dejar semejante estorbo en esta vía. No hay de otra: hay que dinamitar las moles elevadas de ego, amor propio, vanidad, orgullo, afán de poder y de dinero, autosuficiencia, pretensión de ver a otros por encima del hombro. Para ello podemos pedir a algún ser querido que nos ayude a ver de qué defecto necesitamos deshacernos, y, con el auxilio del Señor, comenzar la demolición.
 
Lo tortuoso se hará derecho
El diccionario define 'tortuoso' como 'que tiene vueltas y rodeos'.
Se nos invita a dejar de poner pretextos y ya no posponer ni darle vueltas a la cita con el Señor en el Confesionario, en la oración diaria, en la Eucaristía, en la ayuda a los demás...
 
Los caminos ásperos serán allanados
Lo empedrado no es fácil de recorrer. Tenemos que quitar las asperezas: esas respuestas cortantes, el tono de mal disimulada impaciencia, la ironía, el sarcasmo, la descortesía. Pedirle al Señor la gracia de saberlo reconocer y celebrar en los otros, especialmente en los que más nos cuesta tratar con delicadeza y caridad...
 
Este domingo quedamos invitados a hacer un alto en el trajín de preparativos navideños, y antes de seguir decorando, horneando, comprando o celebrando, asegurarnos primero de ampliar y despejar el camino para el Señor. Y cuidado con caer en la tentación de conformarnos con un 'acabado de inauguración', superficial que no dure más allá del 25. Estamos llamados a perseverar porque nos llevará la vida entera. Así que ya podemos hacernos el ánimo y junto con los adornos navideños colocar el siguiente letrero: 'Camino en construcción. Disculpe los inconvenientes que esta obra ocasiona; las molestias serán pasajeras; los beneficios, en cambio, para siempre...'
 
(Del libro de Alejandra Ma. Sosa E: ‘La mirada de Dios’, col. la Palabra ilumina tu vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 11)
 

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