Cancelado

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La sala de espera del aeropuerto “revivió” y es que mientras se espera un vuelo parece que todos los pasajeros estuviéramos como aletargados y hasta ausentes. Inmediatamente todos nos levantamos angustia al mostrador, exigiendo una explicación.

Unos niños saltaban de alegría por la cancelación, otras personas entre las que me incluyo, tomamos la noticia con cierto pánico, por unos momentos todos los que estábamos esperando el vuelo experimentamos esa incómoda sensación de sabernos perdidos, sin saber qué nos podría deparar el destino. 

El sonido de los altavoces avisaba que el vuelo estaba cancelado, fue una sentencia que acabó con todo, con nuestras agendas de planeación, conexiones, reuniones, juntas de trabajo y todo aquello que implica ajustar un viaje forzado o permanecer en un lugar sin que lo hayamos planeado, me hizo pensar en una enorme espada, estilo samuray, una catana de filo impresionante cortando de golpe y tajo nuestras actividades.

Caos, preguntas, demoras, ansiedad, realmente experimentamos angustia e impotencia, las causas reales no las sabremos jamás, pero lejos de que esta sea una columna de quejas por el servicio de la aerolínea, más bien es de agradecimiento.

Por alguna razón no deberíamos subirnos a ese vuelo y esa es la filosofía con la que tomé la noticia, después de pasar por las diferentes etapas de la incertidumbre, agradecí sinceramente a Dios porque los planes que tenemos seguramente eran otros y la mejor forma de llevarlos a cabo era no abordar ese avión.

Cuántas historias conozco y he tenido la oportunidad de leer, pasajeros que llegaron tarde al vuelo y después de un enojo mayúsculo por no subirse al avión, se enteran de la desgracia, simplemente agradecieron y siente que en sus vidas hay una segunda oportunidad.

Razones hay muchas, sin embargo, la principal es aceptar los acontecimientos, se sobreentiende la molestia e incomodidad que ocasiona cancelar un vuelo, algunas cosas se podrán resolver y otras no, de manera que nuestro caminar tomará un nuevo rumbo, a mí me gusta llamarlo Voluntad Divina, la que me indica en ciertos momentos la obviedad de los planes de Dios en nuestras vidas y lo difícil que a veces resulta entenderlo.

Una persona regresó a casa porque le apretaban los zapatos, perdió cinco minutos para llegar puntual a su cita, lo sabía y tomó la decisión. Esa acción le impidió estar en el lugar y momento en que sucedió el atentado de las Torres Gemelas.

Un hombre quedó atrapado en el tráfico y no pudo subirse al vuelo en el que todos los pasajeros y tripulación perdieron la vida.

Un neumático desinflado impidió llegar a tiempo a una pareja, fue un evento masivo donde un francotirador disparó a la audiencia y muchos perdieron la vida.

Razones que me hacen pensar en que la Voluntad Divina se hace presente por acontecimientos como una cancelación.

“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu me guíe a tierra firme.”
 Salmo 143-10

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