¿De qué lado estamos?

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¿de qué lado estás?

Hay quien se la pasa persignándose, echándose agua bendita y creyendo ver al ‘chamuco’ en todos lados. En el otro extremo, hay quien dice: ‘¿el diablo? Naaaaa, no existe, es un invento de las abuelas para que los niños se asusten y se porten bien.’
La primera actitud es una exageración, pero la segunda es un grave error.
 
La Biblia afirma que existe el demonio. Jesús lo menciona varias veces. Y la Iglesia Católica enseña, como dogma de fe (verdad que los católicos debemos creer), la existencia del demonio: criatura espiritual, que no es igual a Dios, pero se opone a Él.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice que el diablo tiene sobre nosotros una ‘influencia nefasta’ para inducirnos a ‘desobedecer a Dios’ (C.E.C. # 394) y así perder la salvación.
 
Como cristianos, no vivamos aterrados por el diablo, pues no puede nada sobre nosotros si estamos en amistad con Dios; pero tampoco juguemos con fuego, pues podemos quemarnos...
 
El 31 de octubre, en EUA y otros países, se celebra ‘Halloween’. Mucha gente lo defiende y mucha gente lo detesta.
 
Sus celebradores alegan que simplemente se trata de disfrazarse, sentir ‘mello’ y recibir dulces, que eso es todo, no pasa nada, no es para tanto.
 
Sus opositores temen que disfrazar de diablo a los niños los acostumbra a creer que el demonio es un personaje simpático y ficticio. Y cuando crecen, son más propensos a experimentar con el ocultismo. Citan a exorcistas que han expresado preocupación porque cada vez más jóvenes participan en sesiones espiritistas, juegan con ouijas, realizan rituales satánicos en campus universitarios, y luego padecen posesiones y otro tipo de manifestaciones demoníacas. Descubren, demasiado tarde, que el diablo sí existe.
 
Por ello, cada vez más católicos han buscado alternativas al Halloween, la llaman ‘Holywin’ (de ‘holy’, santo, y ‘win’, victoria). Rescatan lo divertido de disfrazarse y de recibir dulces, pero en lugar de usar disfraces de diablos, brujas o seres de ultratumba, proponen disfraces de santos, lo cual no es para nada aburrido, pues quienes disfrutan ponerse un disfraz truculento, pueden ir como san Juan el Bautista, con la cabeza en una charola, como san Lorenzo, con el cuerpo chamuscado, como santa Lucía, con los ojos en un plato, o como san Lázaro, con cuerpo de momia, todo vendado.
El párroco de una iglesia que celebra el holywin comenta: ‘Es cuestión de elemental solidaridad y amor a la camiseta. Un fanático del deporte, que va al partido uniformado como su equipo, ni loco viste a su hijito como el equipo contrario. Si el empleado de una refresquera invita a su casa a su jefe, no le ofrece la bebida que vende la competencia. Pues igual hay que hacer con lo de Dios. ¡Hay que tener claro de qué lado estamos! Si seguimos a Jesús, que es Luz del mundo, ¿cómo vamos a festejar las tinieblas? Si seguimos a Jesús, que es Camino, Verdad y Vida, ¿cómo vamos a celebrar al príncipe de la mentira? Además, vestir de ‘diablito’ a un niño, lo anima a comportarse como tal, y más si lo premian dándole golosinas. Tenemos que tener claro y enseñar, a quién amamos, de quién dependemos, a quién queremos festejar, a quién queremos imitar...’

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