
Son los acontecimientos más recientes, noticias que han dado la vuelta al mundo y que nos han dejado sin palabras, me refiero a los atentados, muerte y al final miedo. Sucedió en Estados Unidos y con menos de veinticuatro horas de diferencia en Texas, Chicago y Ohio una decena de personas perdieron la vida sin motivo ni razón, acabaron con la vida de personas que simplemente iban de compras o se encontraban en el lugar y momento donde sucedieron las acciones que sólo pueden definirse como producto del odio. Las imágenes causan profundo dolor, las historias que se dan a conocer son desgarradoras.
Una de ellas tocó fuertemente mi corazón y es que los padres de un bebé se convirtieron en escudos humanos, durante el tiroteo, los padres colocaron sus cuerpos de tal manera que salvaron la vida de su bebé. No puedo imaginar lo que pudieron vivir ambos padres cuando se percataron del peligro, de no poder huir o esconderse y dar sus vidas para cuidar a su hijo ¿Qué nos está sucediendo en este mundo? Los niveles de violencia y odio hacia nosotros mismos no se pueden ni deben justificar ¿Qué más da la nacionalidad? Todos somos migrantes y seguir pensando que tenemos derecho por haber nacido en algún lugar del mundo crea confusión y fobia hacia la misma humanidad, nos estamos destruyendo de una forma inhumana, esta humanidad a la cual pertenezco y que en ocasiones me desmotiva saber que muchos piensan que están en su derecho a realizar actos de genocidio. Miedo, muerte, tristeza y desesperanza es lo que vemos en las pantallas de litio, falta de respeto por la vida y odio desmedido, haciéndonos daño unos a otros con el afán de supremacía.
“Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?” Génesis 4, 9
Seguimos enfrentando a Dios con nuestras mentiras y escondemos nuestros verdaderos propósitos, somos capaces de justificar nuestras más bajas pasiones y que no sabemos o no deseamos conocer las consecuencias de nuestras acciones. Soberbia y vanidad viven en nosotros y cuando les dejamos crecer suceden las peores tragedias, abusos y pecados tan abominables que nos alejan del amor de Dios. ¿Estamos destinados a repetir una y otra vez la historia de Caín y Abel? ¿Será que vernos como hermanos es el reto más grande que tenemos? ¿Por qué no queremos amarnos? Al revisar las noticias y darme cuenta de la tragedia, me hace elevar una sincera oración por quienes perdieron la vida sin ningún motivo, mi solidaridad para las familias que están viviendo la más grande injusticia, tan sólo estar en el lugar. Hay veces que perdemos la fe en esta humanidad, pero Dios nunca ha perdido la fe en nosotros. Cuánto nos ama que sigue creyendo en cada uno de nosotros y su esperanza jamás muere, más bien nace en cada ser humano. El amor de Dios es incomprensible y es todo un misterio, qué lejos estamos de ese infinito amor cuando vemos noticias que nos estremecen como el asesinato de personas inocentes y el odio de unos cuántos.