Estos días me han permitido reflexionar acerca de algunos temas como valorar con más precisión los problemas de nuestra sociedad, las deficiencias a las que nos estamos enfrentando en cuanto a la inmovilidad de algunas instituciones, el exceso de violencia y la exacerbación de emociones y formas de manifestación, el hartazgo de algunos grupos por falta de intervención y rigor de sus funciones, de sus leyes. He visto el miedo en algunas personas, rabia contenida e impotencia en las manos y rostros de muchos ciudadanos. Hemos llegado a un punto en el que queramos o no, debemos pertenecer a uno u otro grupo, ya no hay lugar para el diálogo, estamos viviendo un momento donde la razón se ha alejado de la educación y los principios básicos de convivencia. Tristemente hoy los alumnos se enfrentan a los docentes con posiciones poco sólidas, tan sólo por demostrar supremacía, los trabajadores imponen y exigen a sus superiores con el argumento de igualdad, también sin conocimientos. Lo que prevalece es un descontrol donde todo es relativo y cualquier iniciativa es cuestionada, hoy todo tiene tinte de imposición o control, injusticia.
¿Por qué llegamos a este momento en sociedad? ¿Estamos entendiendo el rumbo al que nos estamos dirigiendo? La libertad mal entendida y mal encaminada no lleva a ningún lado, nos hemos transformado y a veces dudo si realmente tenemos claro hacia dónde vamos, sinceramente ¿nos lo hemos preguntado? ¿Lo cuestionamos?
Diariamente se descubren cosas nuevas y los adelantos científicos siguen sorprendiéndonos, como humanidad avanzamos tecnológicamente, pero en el tema humanista, no me queda claro el camino que estamos tomando. Recuerdo que en una conferencia a la que me invitaron mis amigos de las Editoriales SM y PPC, aprendí una frase poderosa: “¿Quieres educar a un niño? Educa a una aldea”.
La respuesta es educar y no dejarlo de hacer, educar a nuestros hijos con nuestro ejemplo, educar a la sociedad sin perder de vista los beneficios implícitos de la educación. Estoy seguro que todo lo que estamos viviendo, con educación estaríamos en un mundo más justo, empático y ordenado, en resumen, más humano. Mientras no apostemos por el conocimiento de calidad, mientras no aspiremos a mejorar nuestra conciencia e intelecto y por supuesto conocimiento espiritual, seguiremos sufriendo y manifestando o, mejor dicho: “gritando” arengas contra todo mundo, esa es la postura y posición más sencilla, culpabilizar a todos “menos yo”. Sin educación seguiremos consumiendo todo aquello que nos destruye y confunde, con educación comenzaremos a ser selectivos con nuestros contenidos, objetos, sin lugar a dudas, la educación nos transforma y eleva hacia lo alto.