El océano de la vida

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El océano de la vida

Nadie nos enseña a viajar en este océano de la vida, de pronto nos vemos zarpando, de repente estamos en el navío, a veces sin rumbo, en muchas ocasiones sin astrolabio (antiguo instrumento que permite determinar la posición y altura de las estrellas sobre el cielo, los usos más importantes eran en navegación y en medición del tiempo).

Con nuestros muchos o pocos recursos, con lo que vamos aprendiendo, estamos en un barco donde el capitán y hasta la tripulación somos nosotros mismos. Cuando el mar está en calma navegamos y nos sentimos confiados, listos para afrontar la tempestad. 

Cuando experimentamos la tormenta, inventamos nudos para detener las velas y cambiamos el curso del viaje, en estas circunstancias tan adversas casi nada nos funciona, debemos afrontar las embestidas del oleaje, aguantar y soportar, esperar… esperar a que pase el mar embravecido.

En este hermoso e inmenso océano llamado vida encontraremos un poco de todo, tranquilidad, vientos a favor, tormentas, tempestades y hasta peligro de que nuestro barco pueda hundirse.

La experiencia marítima indica que sólo las naves que bogaron con el ritmo de la tempestad serán las que no naufraguen.

Tendremos que buscar tierra firme y en muchas ocasiones hasta nos encontraremos encallados (quedar una embarcación detenida en la arena o en las rocas por haber topado su fondo con ésta).

A nuestro barco se subirá una tripulación a la que iremos conociendo, cada uno de ellos nos dejará una enseñanza, alegría, tristeza o historia que recordaremos durante el tiempo que dure nuestro viaje; en otras ocasiones, nos tocará recorrer trayectos de manera solitaria.

La metáfora de esta aportación entre la vida y el mar se encuentra en descubrir que el océano de la vida nos va a mover, con su oleaje nos pondrá en movimiento, hará de nuestro barco la oportunidad para conocer hasta dónde puede llegar nuestra resistencia. 

Y el amor de Dios se convertirá en nuestro faro y guía, en este viaje es quien nos sostendrá.

“Yo soy quien dice al océano: Te secaré, haré que se sequen tus corrientes”
Isaías 44,27

Nos encontramos la próxima semana, mientras tanto sigamos navegando en este océano de la vida.

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