¿En el nombre de Jesús?

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De seguro ha llegado a tu celular un mensaje que dice algo así como: ‘¡Decreto, en nombre de Jesús, que quien lea esto reciba abundancia y salud! Pásalo a tus contactos.’, o ‘En este instante, en este santo lugar, clamo y ordeno, en nombre de Jesús, que los ángeles te visiten y libren de malas vibras. Comparte esta protección.’
 
Y tal vez lo lees y te quedas pensando si será o no cierto lo que dice. Por una parte te suena medio raro, pero por otra, como mencionan a Jesús, supones que no puede ser malo, y además parece que quien lo escribió tiene autoridad. Así que mientras una voz en tu interior dice: ‘naaaa, no creo en estas cosas’, otra dice: ‘pero por si acaso...’, y das clic y en instantes lo mandas a quién sabe cuánta gente que probablemente reaccionará igual que tú.
 
Pululan en redes sociales sopetecientos de estos mensajes anónimos, que no dejan de ser reenviados porque usan un truco muy efectivo: mencionan el nombre de Jesús, y eso hace que quien los recibe, se vea tentado a creerlos.
 
Quién sabe si sus autores son malintencionados o simplemente ignorantes, pero en todo caso malinterpretan una promesa que hizo el propio Jesús: “Todo lo que pidan en Mi nombre, Yo lo haré.” (Jn 14,13).
 
¿A qué se refiere?, ¿de veras está entregando un cheque en blanco firmado, para que cada quien lo llene como quiera? ¿Puede alguien pedir: ‘¡que se muera mi suegra!’ o ‘¡que le caiga un rayo al vecino que tiene la música a todo volumen a las 3 de la mañana!’,o ‘¡que me gane la lotería!’, y lo obtendrá si lo pide ‘en nombre de Jesús’?
¡Por supuesto que no! Cuando Jesús promete cumplir lo que pidamos en Su nombre, no está proponiendo usar Su nombre como fórmula mágica, un ‘abracadabra’ que al ser pronunciada, obtenga automáticamente cuanto pida, sin importar qué sea.
 
Cuando la Biblia habla de nombre, no se refiriere sólo al nombre en sí, sino a toda la persona. Por lo tanto, si pides algo en nombre de una persona, debes contar con el aval de ésta. No puedes simplemente usar su nombre para pedir algo que vaya contra sus principios o intereses. En ese sentido, no se puede pensar que sólo por pedir algo ‘en nombre de Jesús’, Él lo cumplirá, aun cuando lo que se pida sea contrario a Su mandamiento de amar, a Sus enseñanzas, a Su voluntad.
 
Así que todos esos mensajes, que afirman que Jesús hará algo porque ellos así lo ‘decretan’, ‘ordenan’, ‘claman’, o ‘sellan’ no tienen ninguna autoridad para decretar, ordenar, clamar o sellar nada. Hay que borrarlos y no hacerles caso.
 
Y tal vez alguien diga: ‘pero no pido nada malo, envío bendiciones en nombre de Jesús.’ Por ejemplo, hay mensajes que dicen: ‘Te mando a Jesús para que hoy en todo te vaya bien, pásalo’, o ‘Le pedí a Dios Padre que camine por tu casa bendiciéndola en nombre de Jesús’, ‘Te envío esta Virgen peregrina, para que te cuide en nombre de Jesús, no interrumpas su viaje, envíala a tus contactos.’ A esto cabe responder que ni Dios Padre ni Jesús ni María están a nuestras órdenes, no podemos ‘enviarlos’ como si fueran nuestros ‘mandaderos’. Cuidado con sentirlos tan cercanos que perdamos de vista el respeto que merecen.
 
Es interesante mencionar que la Iglesia, que tiene la costumbre de dedicar cada mes del año a una devoción, dedica enero a honrar el ‘Santísimo nombre de Jesús.’ Viene en nuestra ayuda como Madre y Maestra, para ubicarnos y recordarnos que el nombre de Jesús es Santísimo. Nos invita a tener presente no sólo que Jesús nos ama y está con nosotros siempre, sino que es Santo, es Dios, está más allá de lo que podemos comprender, y no podemos pretender manipularlo o forzarlo a hacer lo que nosotros queramos.
 
¿Entonces, qué?, ¿está mal pedir algo ‘en nombre de Jesús’? Claro que no. De hecho es una práctica de la Iglesia. Por ejemplo, las oraciones en Misa suelen terminar diciendo: ‘Por Jesucristo, nuestro Señor’. Pero ¡qué diferentes son de esos mensajitos de whats app! Son oraciones que expresan fe, no en nuestro poder, sino en el de Dios; que buscan que se cumpla, no nuestra voluntad, sino la Suya; que piden Su ayuda, pero con humildad.
 
Al invocar el nombre de Jesús, no hay que olvidar que es “el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, la tierra y los abismos, y toda lengua proclame que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Flp 2, 9-11).

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