Incoherencias

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Una joven a la que le encanta hacer deporte se gana un premio fabuloso: una suscripción vitalicia a un gimnasio que fue fundado por un súper atleta que se ganó todas las medallas en las olimpiadas y batió todos los record, y donde han entrenado infinidad de deportistas que han ganado competencias. Es un gimnasio inmenso, de varios niveles, con lo último en aparatos, clases con los mejores maestros, la más completa variedad de rutinas de ejercicio, y todo lo que alguien que de verdad quiera ponerse en forma, puede desear.
 
La joven va corriendo entusiasmada a contarle la noticia a su mejor amigo, y éste le responde: ‘Ay, no, ni se te ocurra ir. Ese gimnasio tiene fama de ser el mejor del mundo, pero un día fui a darme una vuelta, y vi que entre sus miembros hay unos que no tienen buena condición física: gorditos y señoras que sólo quieren ir a lucirse en payasito, y para colmo la otra noche sorprendí al asesor en nutrición, ¡comiendo tacos de chicharrón! No vale la pena que vayas a ejercitarte allí, no te vayas a topar con esa gente incoherente que no practica lo que dice.’
 
La joven queda desconcertada; no quiere contrariar a su amigo, pero siente que no debe dejar pasar esa magnífica oportunidad. Decide pedir otra opinión, y acude ¡a ti! ¿Qué le recomendarías?
 
Considera que el amigo no criticó lo que ofrece ese súper gimnasio, sino a algunos de sus miembros. ¿Es razón suficiente para aconsejarle a la joven que rechace su premio?
¡No!
 
Si te preguntas a qué viene esta deportiva disertación, cabe responderte que es un ejemplo para hacer una comparación.
 
Con motivo de que esta semana inicia el Sínodo de Obispos dedicado a los jóvenes, se ha publicado que una de las razones por las que éstos abandonan la Iglesia es porque entre los católicos no encuentran coherencia. Ven a un pariente o amigo en Misa o rezando el Rosario, o participando en devociones populares, y luego comprueban que en su vida diaria no vive conforme a la fe que dice profesar. Éste se parece a uno de esos miembros del gimnasio, que no ha sabido o no ha querido aprovechar todo lo positivo que se le ha ofrecido, pero ellos se parecen al amigo de la joven, cuyo pésimo consejo la haría perder ¡lo más por lo menos!
 
Da tristeza que haya católicos cuyo mal testimonio desanima a los demás, pero entristece más que alguien permita que la incoherencia ajena le aleje de la Iglesia.
 
Y además suele suceder que criticar a otros es un pretexto para no comprometerse, y quien lo hace también puede tener incoherencias criticables: quizá nunca se ha interesado por conocer su fe, se ha dejado llevar por lo que le han dicho los demás.
 
Lo mejor es que cada uno se ocupe de vivir y profundizar su vida espiritual, orar por otros, en lugar de juzgarlos, y recordar que la razón principal por la que existe la Iglesia es para facilitarnos tener un encuentro personal con Cristo, recibir Su perdón, Su Palabra, a Él mismo. Abandonarla a ella es abandonarlo a Él. Y no hay que olvidar que la Iglesia es santa porque es Santo su fundador, pero no cabe esperar en este mundo la perfección en sus miembros. Estamos apenas en entrenamiento...

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