“La humildad es una de las lecciones que nos está enseñando este virus”.
La humanidad entera nos estamos dando cuenta de lo que realmente es importante.
En estos días de aislamiento, hemos dejado de aparentar y de ofrecer esa “falsa imagen” a los demás, para mostrarnos sinceros, sin esa envoltura innecesaria, de forma natural dejamos de competir unos con otros y de mostrarnos superiores a los demás.
Jamás hubiéramos pensado que las grandes cadenas televisivas estuvieran transmitiendo sus noticias desde las casas de los conductores, empleando sus propios teléfonos celulares, la tecnología y la parafernalia se deja de lado para dar importancia al contenido.
Las reuniones de trabajo se realizan desde los hogares de los colaboradores, entrando a espacios privados y en donde el ruido de los niños y sus gritos son parte de la junta.
Las fiestas infantiles ahora son tan sencillas, sin invitados y sin ese glamour del que estábamos acostumbrados, hoy es suficiente un pastel, algunas velas y la presencia de los más cercanos.
Vivíamos con la ilusión del control, con esa tendencia de que podíamos dominarlo todo. Cara a cara con nuestra imagen en el espejo de esta crisis no queda otra que volver a la humildad, a la modestia, a la alegría de las cosas pequeñas.
Repentinamente dejamos los pensamientos como: ¿Qué pensarán los demás? Para preguntarnos: ¿Qué estoy haciendo para ayudar a los demás?
Hemos dejado las apariencias para comenzar una nueva etapa, la era de la humildad. Nos duele el dolor ajeno, comenzamos a tener miedo y dejamos de creer que la muerte era algo lejano, nos preocupa que algún familiar o amigo pueda contagiarse, en su gran mayoría nos solidarizamos con los necesitados y procuramos ayudarnos, aunque sea quedándonos en casa.
El valor de una oración, la tranquilidad en nuestra vida, la paz en nuestro hogar, el alimento de todos los días, en las más pequeñas cosas ahí está la humildad.
Este virus nos está enseñando a reconocer el valor de lo cotidiano, indudablemente el orgullo nos hace artificiales y la humildad nos hace reales.