La joya

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Desde esta cama es difícil ver la vida de forma diferente, son muchos años postrada y confinada a este espacio de mi casa. Dependo totalmente de mi familia, ellos han hecho un gran esfuerzo para hacerme sentir bien y para infundirme fortaleza, me dicen que soy como una joya a la que deben cuidar, pulir y procurar.

Me llamo Alejandra y mi enfermedad comenzó a presentarse progresiva y fulminante, de un día a otro comencé a dejar de tener fuerzas para hacer las cosas cotidianas y así fue como lentamente veo pasar la vida desde mi cama. No puedo mover mi cabeza a voluntad, necesito que lo hagan por mí, lo que aún no he perdido es el habla, para hacerlo tengo ciertas limitaciones, pero aún puedo comunicarme con mis seres queridos y eso lo valoro mucho. No he perdido la fe a pesar de que lo he perdido casi todo, Dios es mi fuerza y acepto esta enfermedad que me está matando lentamente. He visto la presencia de Dios en todo esto, ya que la unión familiar se ha hecho más intensa, vienen a visitarme amistades y aunque parezca difícil de creer sigo conociendo nuevas personas que vienen a orar por mí y comparten con nosotros su espiritualidad.

Hay días muy malos, cuando los dolores me atormentan, sólo puedo emitir algunos sonidos, nada se compara con lo que experimento, son tan intensos y me tortura tanto que he llegado a perder el conocimiento. Siempre hay alguien cerca de mí para tocar mi mano y decirme con amor que resiste, que no me deje vencer. Pero también hay días en los que la enfermedad parece que se detiene y puedo hablar de manera fluida y hasta reír. He planeado mi boda y deseo casarme, lo haré con mi actual pareja ya que el padre de mis hijos me abandonó tiempo atrás; sin embargo, ese no fue motivo para que yo volviera a intentarlo, hace algunos años me uní con un hombre bueno quien ahora está a mi lado dándome fuerzas y conviviendo con mis hijos que ya son adultos.

La boda me emociona y hablo de ella como una jovencita enamorada, quiero un vestido blanco y que todos los detalles se cuiden, aunque debo reconocer que habrá muchas limitaciones porque tendrá que ser en esta habitación y yo en la cama. Por fin llegó el día tan esperado, mi familia vestida de gala y yo luciendo un lindo vestido de novia, fue una celebración sencilla pero muy emotiva, lloré de alegría, agradecí a Dios que me hubiera permitido vivir ese momento tan especial. Invitados y conocidos se unieron a esta boda tan original, comprendieron también que mi salud era delicada y por eso sólo nos acompañaron un tiempo prudente. Mis oraciones, mi felicidad, mi limitación, nada me impidió vivir en plenitud, no como yo lo hubiera planeado, pero a mis posibilidades estoy disfrutando cada segundo de mi existencia y agradecida siempre por mi familia quien me atiende y cuida como algo especial.

Las joyas no se pueden cuidar solas, necesitan de los joyeros, es lo que me dicen constantemente. Es muy lindo escuchar esa frase en mi situación, para ninguno de ellos soy una carga, una falta de tiempo o algo así, al contrario, en esta enfermedad me tratan de una forma especial como si se tratara de un tesoro valioso. Estoy muy agradecida con todos porque lejos de hacerme sentir enferme, me infunden un valor muy especial. Aprovecho para decirles que, si en casa de alguno de ustedes hay un enfermo, trátenlo como algo especial, no nos hagan sentir una carga, sé que ese fue el secreto de que viviera mi sufrimiento con cierta estabilidad. En últimas fechas mi enfermedad está avanzando, ya casi no hablo, ni como, sé que se acerca el final, así lo espero con paciencia, pronto estaré en casa del Padre y por primera vez en muchos años me levantaré de esta cama y daré mis primeros pasos hacia Él. Ansío ese día, lo espero con ánimo, será como volver a nacer, ya tengo las palabras que le diré cuando esté en su presencia: – Aquí está tu joya Señor.

Alejandra murió en compañía de su familia quienes siempre la trataron como una joya preciosa que hoy brilla para Dios.

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