Lo he probado todo

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Me pregunto ¿hasta qué momento el ser humano debe tocar fondo?, no me conformaba con estar así y quise más y busqué más efecto narcotizante, tristemente lo encontré, pero al mismo tiempo perdí mi vida. Nadie más que Dios conoce lo que he hecho y Él sabe que en el tema de las drogas lo he probado todo.

Comencé muy joven al querer experimentar cosas nuevas y eso fue lo que me dijeron quienes me iniciaron, que la sensación era única y lo creí. Poco a poco fui experimentando los falsos placeres de evadirme de mi realidad, por supuesto me encadené y me dejé llevar por los demás amigos que al igual que yo iban perdiendo la esperanza de todo. Ya no me interesaba nada, dejé de soñar y de disfrutar la vida; lo único que me importaba era encontrar el momento de volver a fumar o aspirar, en eso giraba mi existencia.

Fueron muchos años, tantos que me parece difícil diferenciar si vivía drogado o estaba en mi juicio, llegué a ser otra persona y ese tiempo lo recuerdo como una laguna, todo era tan difuso; hay ocasiones que casi no me acuerdo ni de anécdotas o de días completos. Mi terrible historia no se detuvo ahí ya que mi búsqueda me llevó a un país lejano, donde conseguir la droga era más sencillo, en aquel tiempo mi poco criterio se deslumbró con esa promesa que se transformó en realidad. Trabajaba y me drogaba, me drogaba y trabajaba, fui una máquina de consumo, sin sentimientos, sin remordimientos; porque quienes nos drogamos dejamos de sentir el amor, dejamos de respetarnos, perdemos la paz y olvidamos las cosas que la vida nos ofrece. Llegué a pensar que la vida era así, no me daba cuenta que todo lo estaba viviendo a la mitad, porque medio comía y medio dormía.

Estaba harto de vivir de esa forma, quería cambiar, pero no sabía por dónde empezar, me senté en la orilla de mi cama y lloré, porque nada ni nadie me agradaba, me sentía más solo que nunca; entonces me levanté y busqué una antigua Biblia, no sé porque lo hice, jamás había abierto una, sentí la necesidad de hacerlo y comencé a leer. Amaneció y yo seguía leyendo, algo extraño estaba pasando, no me sentía mal por las largas horas que pasé sin drogarme ni fumar, me sentía motivado para hacer cosas, lo que leí llenaba mis vacíos, aunque muchas palabras e historias no las comprendía, aunque parezca imposible de creer, un libro transformó mi vida, fue la palabra de Dios.

Los milagros suceden y el mío fue contundente, fue mi Padre Dios quien me movió, quien me infundió valor para cambiar desde adentro, fueron las sagradas escrituras las que despejaron mi mente; que bondadoso es nuestro Señor. Mi vida comenzó a cambiar radicalmente, estudié la Biblia, aprendí a orar y a involucrarme más en los aspectos de la fe, no sufrí por haber dejado las drogas, mi mente se llenó de oraciones, de horas santas y de reuniones con grupos; recibí un regalo especial y fue el poder formar parte del grupo de oración, me sentí tan bien con el cambio, sin embargo, un acontecimiento volvió a desequilibrar mi poca Fe.

Mi madre sufrió un infarto cerebral, las esperanzas de que ella viviera eran mínimas; se puede entender que después de mi cambio tan repentino, comencé a acercarme más a mi familia y a amarlos de una nueva forma. Me dolió haber perdido el tiempo, un tiempo valioso porque mi madre estaba a punto de morir, no lo podía comprender, necesitaba hablar con Dios, quería pedirle una oportunidad más para ella. Oré, con todas las fuerzas de mi humanidad, sabía que no merecía ningún privilegio por mi manera de ser y mientras la intervenían quirúrgicamente yo pedía perdón. La operación fue todo un éxito y entonces comprendí que Dios me estaba alertando para que disfrutara cada momento con mi madre. Dios me obsequió una segunda oportunidad, estoy tan agradecido que aún después de esta vida le seguiré dando gracias a quien todo lo puede.

Mi cambio fue total y absoluto, comparto el amor con mi familia y además recibí otro regalo del cielo, conocí a mi esposa, para mí es la mujer más linda del mundo, ella es mi apoyo en los momentos de debilidad y mi bastón cuando mis pasos no son rectos. Estoy casado y vivo feliz con mis hijos, soy un hombre nuevo, un hombre trabajador, que se preocupa por ayudar a los demás; sé lo que es tocar fondo, no se me olvida tampoco que Dios me levantó de la inmundicia usando un libro. El recuerdo de lo que viví lo presento como testimonio vivo en estos tiempos tan faltos de fe y tan alejados de Dios. Para mí no existe ninguna otra explicación de la forma en la que cambió mi existencia, cuando Dios entra en la vida de las personas, dejamos de hacer lo mismo y nunca más volvemos a ser los mismos.

 

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