No hay mal que por bien no venga

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No hay mal

El dicho que sirve de título a este artículo, suele decirse para expresar que algo que parecía muy malo, al final resultó muy bien.
 
Hay incontables ejemplos de esto en la vida cotidiana: Pediste un platillo en un restaurante y te decepcionó que te dijeran que se terminó, pero luego te contaron que alguien que sí alcanzó a comerlo se intoxicó. Te molestó que otro automovilista te ganara el único lugar que había para estacionar tu auto en cierta calle, pero luego supiste que justo allí le robaron su coche. Te desesperó no haber llegado a tiempo y perder el avión o el camión en el que debías viajar, hasta que te enteraste de que desgraciadamente sufrió un accidente.
 
¿Qué se puede concluir de estos casos?, ¿que somos unos ‘suertudos’? No. La ‘suerte’ no existe. Más bien podemos considerar que nunca debemos de reaccionar con ira, impaciencia o desesperación ante las contrariedades, porque suelen ser bendiciones disfrazadas, así que hay que tener siempre plena confianza de que Dios todo lo permite por algo, en todo interviene para bien, y es capaz de sacar bienes aun de los males.
 
Ejemplo de esto es lo que narra la Segunda Lectura de la Misa dominical (ver Hch 13, 14. 43-52). En ella leemos que el apóstol Pablo y Bernabé (que fue quien lo apoyó y acompañó para presentarlo a las comunidades cuando aquel dejó de perseguirlas, se convirtió en cristiano y empezó a predicar), llegaron a Antioquía de Pisidia y lograron reunir a una gran multitud que acudió a oír la Palabra de Dios. Hasta allí todo iba bien y seguramente se sentían felices y satisfechos. Pero el hecho de que lograran reunir tanta gente despertó la envidia de algunos miembros del pueblo judío, que se pusieron a atacarlos y pusieron a mucha gente en contra de ellos, al grado de que Pablo y Bernabé tuvieron que irse de allí.
 
Y tal vez alguien considere que fracasaron rotundamente, y se pregunte cómo es posible que Dios dejara que les sucediera eso. Pero si leemos lo que dijo san Pablo descubriremos que Dios tuvo una muy buena razón para permitirlo. Pablo anunció que ya que los judíos los rechazaban, él y Bernabé se dedicarían a predicarles a los paganos.
Dice el texto bíblico que “al enterarse de esto, los paganos se regocijaban y glorificaban la Palabra de Dios, y abrazaban la fe...
 
Que unos rechazaran la fe, fue motivo para que otros la acogieran.
 
William Shakespeare tituló una obra suya: ‘Todo está bien, si termina bien’, un título que aplicado a la vida de fe, nos permite ver las cosas desde otra perspectiva, pues sabemos que si lo ponemos todo en manos de Dios, efectivamente terminará bien, porque Él se encargará de que aquello que le encomendamos sea para bien, no necesariamente desde el punto de vista del mundo, pero sí en lo que respecta a nuestra santificación y salvación, que es al fin y al cabo, lo que cuenta.

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