Promesas

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Profecías, promesas cuyo cumplimiento parecía imposible, se cumplieron. ¡La Biblia está llena de ellas! 

Por ejemplo:
 
He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo” (Is 7,14), se cumple en María (ver Lc 1,26-27)
 
Estableceré Mi morada en medio de vosotros” (ver Lev 26,11), se cumple en Jesús, el Emmanuel, Dios-con-nosotros (ver Mt 1, 22-23)
 
Los amaré aunque no lo merezcan” (ver Os 14,5), se cumple en que en el hecho de que Dios no nos borró de la faz de la tierra por pecadores, sino se hizo Hombre para venir a salvarnos, por puro e inmerecido amor (ver Jn 3, 16; Rom 5,6-8).
 
En el Nuevo Testamento vemos que Jesús anunció que sería entregado a los dirigentes de Su pueblo, que le condenarían a muerte y lo entregarían a los paganos que se burlarían de Él, lo azotarían, le escupirían , lo azotarían y crucificarían, y que al tercer día resucitaría (ver Mc 10, 33-34), y todo se cumplió (ver Mc 14, 53-16, 8).
 
Prometió: “Estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20) y lo cumplió, de manera especialísima, con Su Presencia Real en la Sagrada Eucaristía.
 
Anunció que cuando volviera a Su Padre, nos enviaría al Espíritu Santo (ver Jn 14, 16)
y lo envió (ver Hch 2, 1-11).
 
Así pues, sabiendo que el Señor siempre cumple lo que promete, podemos tener la seguridad del cumplimiento de una promesa Suya que leemos en el Evangelio, que se proclama este domingo en Misa (ver Mc 13, 24-32): “La luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad...
 
Lo que tal vez desconcierte a algunos es que después de que Jesús anunció esto, añadió:
En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero Mis palabras no dejarán de cumplirse
 
¿A qué se refería con eso de que no pasaría esa generación sin que todo eso se cumpliera? Si consideramos que según la mentalidad de Su tiempo, una generación equivalía a cuarenta años aproximadamente, han pasado no una sino al menos cincuenta generaciones y aquí seguimos. Entonces, ¿cómo entender Sus palabras?
 
A lo largo de los siglos, este versículo (Mc 13, 30),  ha sido muy debatido.
 
Quienes no creen en la divinidad de Jesús, citan ese texto para afirmar que Jesús se equivocó, que era sólo humano y cometía errores como el de profetizar algo que no se cumplió, lo cual es no sólo absurdo, sino falso. En la Biblia queda claramente establecida la divinidad de Jesús. Y como verdadero Dios y verdadero hombre, no cometió errores.
 
Otros interpretan que se trata de un texto simbólico que se cumplió en cierto modo con la oscuridad que hubo cuando Jesús fue crucificado y cuando ascendió al cielo y Sus discípulos lo vieron sobre las nubes con gran poder. Pero ni una ni otra interpretación es la que la Iglesia Católica ha dado a ese pasaje bíblico.
 
La Iglesia hace algo que le está faltando a todas esas otras interpretaciones: situar el texto en su contexto. Y si leemos lo que viene un poco antes de este pasaje, veremos que Jesús está anunciando la destrucción del Templo de Jerusalén, que para los judíos era una tragedia equivalente al fin del mundo. Y el Templo fue destruido en el año 70, así que realmente no había transcurrido una generación desde que Jesús pronunciara esas palabras. Así pues, sí se cumplió lo que Jesús anunció.
 
Por otra parte, los Padres de la Iglesia (hombres santos y sabios de los primeros siglos del cristianismo), consideraban que también cabe interpretar las palabras de Jesús, a la luz de Su Pasión, Muerte y Resurrección, que marca el inicio del final de la historia, el fin de la Antigua Alianza y el inicio de la Nueva Alianza. Dicen que una parte de lo que Jesús anunció, se cumplió y otra parte está por cumplirse: lo de Su Segunda venida, y puede considerarse inminente: a partir de la Ascensión.
 
En última instancia allí radica la importancia del mensaje dominical. En esta penúltima semana del año litúrgico, se nos recuerda que hemos de estar preparados porque no sabemos cuándo nos encontraremos con Jesús, cuándo llegará, para el mundo en general o para nosotros en particular, el final.

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