No cabe duda de que las parejas cambian, para bien o para mal y es que basta hacer un pequeño viaje de unos cuantos años atrás y ver que la relación en pareja se ha transformado, a eso le llamo el síndrome del matrimonio.
Se trata de cambios sustanciales en la relación, en el diálogo y especialmente en la convivencia. ¿Recuerdas los inicios de esa relación? Cuando eran novios, Él vivía en otra ciudad, era capaz de viajar más de dos horas y media para estar contigo, ir al cine y poder verte. Ese hombre es el mismo al que hoy en día le pides un vaso con agua de la cocina que está a dos metros y contesta que no tiene ganas, que vayas tú. Se trata de la convivencia diaria, de la rutina, de la falta de ganas por seguir construyendo la relación y el mínimo esfuerzo por sorprender a nuestra pareja. El reconocimiento y la admiración que existió en el inicio de la relación, da un giro de 180 grados, se descubre una cara de la persona que en muy pocas ocasiones es positiva, en general y con mi experiencia en este tema, las parejas se desilusionan.
Hay una falta de interés por querer compartir en pareja, comienzan a sobrar las palabras, ya no hay una verdadera compañía y la convivencia se convierte en costumbre. Estamos frente al síndrome del matrimonio o de cómo hemos cambiado, las alegrías vienen con los hijos o amigos, pero ya no con la pareja. Las emociones se generan con otras personas y los temas de profundidad no se discuten entre ellos, es triste reconocer que en muchos hogares la manifestación de cariño es más emotiva hacia la mascota. La lista es interminable, lo que es una realidad es el distanciamiento y lejanía que la pareja irá viviendo hasta volverse en dos desconocidos. Las fisuras que se venían gestando desde el inicio de la relación, en este punto se hacen más profundas, porque se opta por alejarse de la pareja y se comienza a edificar nuevos lugares, espacios y personas, con quienes se sustituye lo que se tenía con la pareja.
En este punto surgen los adictos al trabajo, los que hacen de sus amigos un club entrañable, los que se inventan negocios para viajar varios días de la semana o incluso pedir cambio de ciudad aparentando un ascenso; en el fondo es una oportunidad de poner distancia a un ambiente que ya resulta desagradable. De igual manera, hay mujeres que, sin caer directamente en encontrar al nuevo hombre de su vida, se integrara a un nuevo ambiente que le resulta tan atractivo, que lo toma con devoción; exalta todo lo que ahí encuentra, incluyendo al instructor, al amigo, al jefe de trabajo, en quien deposita sus nuevas esperanzas e ilusiones. Hay quienes discretamente y sin exhibir nada íntimo, acaban enamorándose. Y así, en las vidas paralelas se va encontrando otra manera de vivir y soportar la vida en pareja y las exigencias de los hijos, con mayor ilusión, esperanza y satisfacción.
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