Desarrollar fuertes vínculos afectivos con el secuestrador de tu libertad y pensar que la ausencia de violencia en contra de tu persona es un acto de humanidad por parte del agresor, se le llama: Síndrome de Estocolmo
Ahora bien, cuando un padre o madre de familia ejerce la violencia física o verbal diciéndoles: "lo hago porque te quiero", " lo hago por tu bien", "me lo agradecerás cuando seas grande", "me duele más a mí que a tí"; ¿cómo llamar al síndrome de abuso de autoridad de los papás y mamás con los hijos? Una de ellas es cultura, si mis padres me pegaron (y lo hacía por mi bien y ahora soy una persona de bien¡!), ese es mi modelo para educar a mis hijos.
Los pequeños asumen estas frases como máximas de oro porque las dicen personas con autoridad y cuya palabra vale porque son sus padres y CONFÍAN en ellos...
Hay personas que dicen "más vale una nalgada a tiempo a que se vuelva un delincuente", ¿será que como padres de familia nos hacen falta herramientas para construir el diálogo, para enseñarles a ser responsables de sus acciones respetando su dignidad?
Si a golpes los tratamos, a golpes aprenderán a resolver las diferencias con sus pares. Ante los errores cometidos por actitudes, palabras o hechos, ¿sabemos reaccionar con inteligencia, sagacidad y hasta con humor?
Cuando la niña tira el vaso de agua en la mesa, ¿cómo reaccionas? ¿a grito y sombrerazo? o les enseñas a ser responsables y a ir por un trapo, secar y seguir comiendo a gusto. Cuando no quieren recoger sus cosas de la sala, ¿activas el grito y la amenaza? o les generas un reto y un plazo: "antes de que salgan a jugar debe estar recogida la sala".
Saber que estamos con personas cuya educación se basa mucho en nuestras actitudes, nuestras palabras y acciones, es decir, en nuestro testimonio, nos compromete a fomentar una cultura de paz, de responsabilidad, de alegría y de mucho diálogo en familia para poder decir: "te educo en la responsabilidad (con amor y firmeza) porque te quiero".
Abraham R. Flores
@abrahahamrodrigo