
Quiero seguirte, caminar tus pasos, levantarme con tu mano y saberme mirado por tus ojos que seguro expresarán el perdón absoluto frente a mi pecado. Por eso quiero seguirte, en las buenas y en las no tan buenas, saberme acompañado por tu presencia y agradecerte siempre, siempre agradecerte.
Ser discípulo de Jesús exige una vida sencilla, ese estilo de vida ya es un anuncio en sí mismo.
¿Estamos dispuestos a amar a los que nos odian? ¿Orar por los que piensan diferente? ¿Ser amigo de los pecadores? ¿Buscar a los necesitados? ¿Poner nuestra otra mejilla ante la ofensa? ¿Buscar tesoros para el cielo y no las riquezas terrenales?
Ser discípulos de Jesús implica tener una renovada fascinación por sus enseñanzas y comprender una forma de vida completamente diferente, radical, amorosa y aprender a dar la vida por los demás.
“Mientras iban de camino, uno le dijo. Te seguiré adonde vayas.”
Lucas 9, 57
La promesa de no tener nada, de no desear nada y así ser inmensamente feliz, ayudar, dar y compartirse, un proyecto del que muy pocos seres humanos aspirarían y quienes lo han comprendido se han dado cuenta de todo lo maravilloso que hay en seguir a Jesús.
Quienes escuchan con libertad esa llamada y responden sin medida con su entrega, encontrarán el camino, la verdad y la vida, sentirán el amor del Padre Eterno y experimentarán el verdadero sentido de sus vidas.
“Tanto tiempo busqué, cruzando la avenida te encontré. No hicieron falta las palabras, tan sólo una mirada y te seguí.” R.S
En la soledad más profunda reflexiono frente a ti mi Dios, quiero ser el último, el más alejado el que poco entiende, porque tu sabiduría es la fuente de amor inagotable, ya no quiero vivir como lo he hecho hasta ahora.
Dame la oportunidad de seguirte Jesús, lo anhelo, es mi sincero deseo, seguirte para cambiar mi vida, para alejarme de esta realidad que cada día es más violenta y que duele hasta las entrañas ¡Quiero seguirte adonde vayas!