Después del evento y de la disminución de adrenalina que implica cada viaje, cada concierto y cada taller, busco un momento para evaluar, ajustar y tratar de mejorar.
La emoción ha bajado, es el mejor momento para reflexionar, asimilar y evaluar el concierto o taller impartido.
Esta evaluación la realizo enfocando mi atención a dos aspectos, respondo de manera personal a las siguientes preguntas:
- ¿Cómo fue expuesto el contenido impartido?
- ¿Qué emociones sentí durante el evento?
Es muy importante la sinceridad, sin enjuiciar y sin reproche alguno, aceptando lo que sucedió.
Las respuestas me llevan a descubrir áreas de oportunidad, mejorar en los temas impartidos, comprender mis emociones y permitirme sentir.
Es una evaluación muy humana, lejos del autoengaño, intento responder con el corazón en un diálogo honesto, donde los errores cometidos los acepto con amor y comprensión.
No hay reclamos, evito palabras hirientes hacia mí mismo, comprendo que todo se puede mejorar con una actitud abierta y dispuesta.
Y entonces de manera natural inicia un diálogo interior espiritual. Cuando acepto mi vulnerabilidad, reconozco mis límites y entonces esa fuerza amorosa me abraza, me recuerda que para Dios soy muy valioso.
Lo que inicia como una evaluación, termina en un momento de amor y de encuentro. Al final de este diálogo agradezco al Padre Eterno la oportunidad de servir y el enorme privilegio de compartir.
Te invito a que practiques este ejercicio el cual inicia como una evaluación la cual se va transformando en un diálogo interior espiritual, enriquecedor, revelador y nos ayuda a mejorar aspectos de nuestra vida y de nuestra profesión.
Nos encontramos la próxima semana.