El peso de las palabras

Se le hizo un nudo en la garganta, escuchamos el esfuerzo por continuar con su testimonio, pero el llanto amenazaba con salir, lágrimas y silencios. Aquel hombre robusto se mostraba frente al grupo tan frágil y vulnerable.

-¡Mi papá siempre me dijo que yo no podría, porque siempre fui el menor!

Fueron las palabras de su padre las que aún pesaban en su vida, frases que recordaba una a una, la preferencia por su hermano le “quemaba” le causaba un “lastre” que impedía terminar sus proyectos.

-Tú no vas a poder ¡Tu hermano por ser el mayor siempre lo logrará! 

Las palabras pesaban en su interior y fueron muchos años de vivir así, con ese pensamiento y con esa sentencia que llegó a creer. Sin duda, la fuerza de las palabras lo mantuvieron atado por mucho tiempo; en unos instantes pudimos percibir tristeza, dolor, soledad y odio en un cuerpo que proyectaba exactamente lo contrario.

Me gustaría lanzar esta pregunta ¿Qué palabras siguen resonando en tu vida que te han impedido hacer o decir? Hemos minimizado el poder y fuerza de las palabras en nuestras vidas, las seguimos escuchando, nos siguen doliendo y nos acompañan diariamente.

Las palabras tienen la fuerza suficiente para movernos o para frenarnos, así que, profundiza un poco y revisa con cuidado cuáles palabras han marcado tu vida, te han impulsado o han detenido tu trayectoria.

Las palabras expresan lo que hay en nuestro corazón y pueden ser flores hermosas o proyectiles letales, las palabras tienen fuerza y con ellas se construye o se destruye.

Hay palabras que se convierten en promesas, a veces cumplidas, otras no.
Las palabras dichas en un momento de enojo jamás deberían haberse pronunciado.
Existen palabras que emocionan hasta las lágrimas y llegan a convertirse en sentimientos que nos acompañarán toda la vida.

“Todas las palabras de Dios se cumplen, es una defensa para quienes se refugian en él”   
Proverbios 30, 5

Nos encontramos en este espacio de reflexión la próxima semana.