Llamado

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“El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; 
cuando aún estaba yo en el seno materno, Él pronunció mi nombre” (Is 49, 1).

Al leer esta frase escrita por Isaías, probablemente nos suena lógico que desde antes de que naciera Dios lo llamara, lo tuviera destinado para ser el gran profeta que fue.
 
Y cuando vemos que este texto se proclama como Primera Lectura en la Misa de este domingo (ver Is 49, 1-6) aplicándoselo también a san Juan Bautista (que por cierto es el único santo del que la Iglesia no sólo conmemora su muerte, sino celebra su nacimiento, y con una Solemnidad que no se pospone aunque caiga en domingo, como en este caso), también pensamos: ‘claro, Juan fue un gran profeta y además el precursor que preparó la llegada de Jesús, al que reconoció cuando estaba en el seno de su madre (ver Lc 1, 41), es lógico pensar que también a él Dios lo llamó desde antes de que naciera.
 
Parece razonable pensar que este texto se refiere sólo a grandes personajes como Isaías y Juan el Bautista, pero, ¿te atreves a considerar que se refiere también a ti?, ¿que a ti también te llamó el Señor desde el vientre de tu madre?, ¿que también pronunció tu nombre cuando estabas en el seno materno?
 
¡Pues es así!
 
Dios te llamó desde el vientre de tu madre, para destinarte a ir en Su nombre a dar testimonio de Su presencia en tu vida, de Su amor incondicional, animando a otros a habitar y edificar Su Reino de verdad, de justicia, de paz, de perdón, de verdadera fraternidad.
 
Dios te llamó desde el vientre de tu madre porque espera de ti grandes cosas, no en el mismo sentido en que lo entiende el mundo, como un tener mucho, acumular mucho, apantallar mucho, sino con la grandeza que cuenta a los ojos de Dios, la que comienza con algo tan pequeño como un grano de mostaza, un simple gesto de ternura, una mano que se tiende, una ofensa olvidada, una sonrisa comprensiva, un gesto de reconciliación, un abrazo de consuelo.
 
Dios te llamó desde el vientre de tu madre porque espera de ti las maravillas que comienzan cuando pones tus dones, lo que eres, no sólo lo que tienes, al servicio de los demás, pues aunque te parezca demasiado poco, Él sabe multiplicarlo y hacer que dé abundantes buenos frutos.
 
Dios te llamó desde el vientre de tu madre, para que con Su ayuda, con Su gracia, lo ordinario en tu vida se vuelva extraordinario.
 
A Dios nadie se le salió de la manga, nadie llegó a la existencia por error o de casualidad. A todos nos llamó desde el vientre materno, para ir en Su nombre a transformar nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra sociedad.
 
En su Exhortación Apostólica ‘Gaudete et Exsultate’, el Papa Francisco dice que Dios nos llama a todos, a la santidad, y, citando una catequesis del Papa Benedicto XVI, explica en qué consiste la santidad: en vivir plenamente la caridad (GE #21).
 
Dice algo muy bello: que cada santo es una misión, un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio (EG #19), y pide: “Ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús que Dios quiere decir al mundo con tu vida.” (EG #24).
 
En otras palabras, A ti también Dios te ha llamado desde el vientre de tu madre. Pregúntale qué proyecto tiene para ti, y atrévete a responder a Su llamado.

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