Cuánta falta nos hace mostrar y demostrar una espiritualidad cotidiana, cercana, humana. Odiamos, invalidamos, queremos imponer acciones y puntos de vista a conveniencia.
Qué falta nos hace hablar de tolerancia y vivir en coherencia con nuestros tiempos, ser sinceros y hacer a un lado falsas poses; más bien, quitarnos el ego y esa importancia personal que lo único que hace es alejarnos de nuestros semejantes.
Hoy la discordia se encuentra en la manera obtusa de pensar, todos creemos y queremos tener la razón, supremacía, obtención y reconocimiento supérfluo.
Seremos coherentes cuando podamos ser sensibles al sufrimiento ajeno, cuando dejemos nuestros intereses, lejos, muy lejos del dinero.
Hacen falta acciones que nos hablen de una espiritualidad cotidiana, manos que ayuden y conciencias que comprendan lo importante que es pensar y ser diferente, buscando el ser, no tener. En la tolerancia está también la espiritualidad cotidiana , en ver al prójimo con sus necesidades reales.
Siempre ha estado en nosotros, en nuestros corazones y como almas libres sabemos que la espiritualidad cotidiana nos acerca y nos permite reconocernos.
Tal vez nos hace falta ser más sensibles, solidarios, desprendidos y menos materialistas, más cercanos y menos jueces.
Mirar menos al cielo y observar más a los hombres, mujeres y niños que requieren algo de nosotros, seres humanos que necesitan nuestra ayuda, que en momentos puede ser vital.
Dios, dame fuerza para entender esta espiritualidad cotidiana que hace tanto bien a mi prójimo, a mi familia y a la sociedad.